En el taller de cine al que asisto, estamos en un ciclo dedicado a aquellos filmes que representan al nazismo y sus consecuencias. La primera película que hemos visto ha sido La llave de Sarah, del francés Gilles Paquett-Brenner y basada en la novela del mismo nombre de Tatiana de Rosnay. Estas cuentan la historia de una periodista residente en París, que se muda aquí desde Estados Unidos con su hija adolescente y su marido, de origen francés y con un viejo piso ofrecido por sus padres. Sin embargo, esta descubre que el piso guarda un oscuro secreto relacionado con una niña judía llamada Sarah, quien fue enviada durante la ocupación alemana de Francia a un campo de concentración junto a sus padres, dejando algo muy importante atrás y por lo que tendría que escapar y volver a su casa. La periodista, usando sus capacidades, tratará de rastrear lo que ocurrió con esa niña a lo largo de toda su vida, removiendo lugares y conciencias para averiguar un rastro sospechosamente oculto. Todo esto, mientras su propia vida y relaciones familiares se tambalean.
Para empezar a hablar de ella, primero quiero establecer algo. Hace poco pude ver Blonde, el nuevo "biopic" de Andrew Dominik basado en la vida de Marylin Monroe. Y pongo biopic entre comillas porque este a su vez está basado en un libro del mismo nombre de Joyce Carol Oates que es una novela dramática de ficción inspirada en realidad.
Es por esto que la película ha desatado una ola de críticas desde que apareció: sus brutales y sentimentales escenas están representando una imagen de ella parcialmente ficticia, pero muchas personas de las que la verán no pasarán de esta primera visión y la establecerán como real. Es cierto, debe haber libertad creativa, pero la repercusión de un gran estreno de Netflix con grandes estrellas es una ventana demasiado grande como para acudir a este pretexto e ignorar las consecuencias éticas de una película que habla de una persona real, no precisamente bien y que además no está aquí para defenderse.
¿A qué viene todo esto? Pues a que me parece que la protagonista de la llave de Sarah hace algo tremendamente similar. Ella dedica gran parte de su tiempo a destapar la historia de Sarah, alguien que decidió ocultarla activamente por razones propias. Su hijo, que no sabía nada, tenía la visión de su madre que esta quiso darle, y su memoria de ella era la que ella eligió. Lo único que dejamos en este mundo al morir es un cadáver caduco y la memoria que los demás tengan de nosotros. Pero si alguien llega después de nuestra muerte e interpreta libremente nuestra forma de ser y la comparte con otras personas, incluso personas de importancia para nosotros, puede cambiar esa imagen irremediablemente, y no estaremos ahí para poder enmendarlo. Nuestro único derecho de muerte se ve revocado.
La protagonista cuenta al hijo de Sarah su verdadera historia, y este se enfada porque cambia completamente su visión de su madre, marchándose indignado. Años después, se reúnen de nuevo y esta vez sí que él se encuentra receptivo y quiere aprender más. La protagonista le dice que fue una egoísta tratando de remover a una familia que no le debía nada. Él le quita importancia a eso, y descubre que ella ha llamado a su recientemente nacida hija Sarah, por lo que se echa a llorar de emoción. Me parece bien, es una escena muy bonita y me alegro de que él lleve bien finalmente lo de su madre. Pero no hemos atendido a algo: efectivamente, la periodista fue muy egoísta. Y las decisiones de Sarah no importan ya. Unas decisiones que no hacían daño a nadie pero que expresaban su voluntad y cómo quería ser recordada.
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