Entendiendo a los monstruos clásicos


Me flipa Drácula. No hace mucho que leí el libro de Bram Stoker, pero se me ha quedado en la cabeza casi hasta la obsesión. Por eso, hoy me apetece hablar de lo que es Drácula: un monstruo clásico. Parte de aquellas criaturas que no faltan como disfraces de Halloween y que incluso tienen una representación en prácticamente toda obra de ficción de fantasía oscura, como una raza más. Son una parte del imaginario colectivo inarrancable de él, y han demostrado ser muy pero que muy efectivos para contar historias en cualquier medio. Esto hasta el punto en el que el estudio de cine Universal se hizo con sus derechos, haciendo que muchos los conozcan como "los monstruos de Universal".

Hay razones por la que estos monstruos son tan recordados, que los hacen tan efectivos para asustar a tantas y tantas generaciones de humanos. De eso es de lo que quiero hablar hoy: por qué nos asustan, el origen de los conceptos que los forman y por qué apelan a nuestros temores. Estoy seguro de que más gente y de forma mucho más cimentada ha hecho esto antes, pero como este es mi rincón de internet quiero dejarme imaginar, ser un poco egocéntrico y crear mi versión. Así que aquí vamos.


Obviamente, voy a empezar por el que más me interesa: el vampiro. Más concretamente, y para no liarnos con más o menos poderes y orígenes, vamos a centrarnos en el famoso Drácula tal como lo escribió Bram Stoker. En este caso, este ser apela a un miedo muy derivado del cristianismo. Primero, el miedo a la falta de vida eterna tras la muerte se refleja en él, siendo impedido su acceso al más allá y el descanso por su condición. Además, queda vinculado así a poderes derivados del mismísimo infierno, como ser que teme a la cruz (protección para el cristiano) y que se nutre de la vida de otros a través de la sangre, irónicamente ofrecida por Cristo a la humanidad para beber como símbolo de comulgamiento con su causa. Incluso, en anteposición a Jesucristo caminando sobre las aguas, el vampiro no puede moverse por encima ni dentro de ésta libremente. Por otra parte, sólo puede desplazarse entre oscuridad, oculto del Sol y su luz, representación habitual de Dios. En cambio, tiene tal comunión con la noche que es capaz de proyectarse en otros lugares a través de partículas de luz de Luna, el astro rival. Y puede que ahora no lo tengamos tan presente, pero podemos entender que en tiempos pasados la noche suponía un gran miedo para el ser humano, debido a su incapacidad de ver en ambientes oscuros, al contrario que otras criaturas que podían dañarles. Y los miedos de nuestros ancestros siguen existiendo en cierta manera en nuestra genética. Este último aspecto llega a relacionarle con el hombre lobo, el siguiente monstruo más famoso.


El hombre lobo apela a un terror no tan obvio como parece. No es sólo un amasijo de dientes y pelo, feo y letal. No es cualquier depredador, es un lobo, uno de los más habituales enemigos del hombre en la oscuridad a lo largo del mundo. Es, en esencia, el miedo a la oscuridad hecho práctico. Por otro lado, refleja al hombre dejándose llevar por la violencia, el hambre y la ferocidad, desatando su lado más anclado al pasado bestial cuando el Sol se oculta y la Luna está en su fase completa, símbolo de éste. Para rematar, frecuentemente el hombre lobo es mostrado al día siguiente arrepintiéndose de lo que ha hecho en su descontrol, con una culpa cristiana por su debilidad ante sus instintos, y miedo al descontrol que sabe que volverá a tener. Es un temor a nosotros mismos y a lo que llega a pedirnos el "ello" freudiano. Y con el dejarse llevar tiene mucho que ver el siguiente monstruo.


El temor al hombre invisible nace de algo similar al miedo a la oscuridad. No poder percibir el peligro a pesar de anticiparlo genera una sensación de indefensión total. Además, en este caso ocurre oculto precisamente a la vista, el sentido probablemente más básico y preciado. Esta indefensión de sus víctimas hace otra cosa por el hombre invisible: privarle de vergüenza y culpa, pues no tiene identidad, lo que le permite hacer potencialmente cualquier cosa sin consecuencia. De esta manera, puede llevar a cabo sus intenciones más oscuras. Y eso sí que es terrorífico.


Pero volviendo a lo cristiano (porque, queramos o no, condiciona mucho al mundo occidental), el monstruo de Frankenstein podría reflejar la oscuridad y blasfemia de jugar a ser Dios creando vida. El miedo a los avances de la ciencia (y los desavances de la religión) podría ser otro motivo de su creación, si bien en este caso la naturaleza de la historia lleva a pensar que el nacido de ello no tiene la culpa y es inocente a pesar de la tragedia de no ser aceptado por la sociedad. Y es que este monstruo se vale más del prejuicio sobre su apariencia, pues a pesar de su historia muchos piensan en él con los brazos en alto, dando sonoras zancadas tratando de cogerte y hacer contigo quién sabe qué. Y en eso tiene mucho que ver con el zombie.


El zombie o muerto viviente representa el estar atrapado en la muerte, condenado a alimentarte de los vivos para siempre de una forma similar al vampiro, pero con la inevitable podredumbre en el cuerpo. Esto añade el miedo a ver el cuerpo deformado por desmembramientos, cavidades abiertas y sangre brotante, pues tú mismo piensas en verte así. Pero su rasgo más terrorífico lo comparte, como he dicho, con el monstruo de Frankenstein: su paso lento pero constante, que denota la clara intención de atrapar a su presa a toda costa, sin duda alguna. Porque son instintivos, y ya está.  


El caso de la momia es muy similar al zombie, salvo por el hecho de que ésta está vinculada normalmente al misticismo egipcio, y conlleva maldiciones que persiguen a los afectados vayan donde vayan como penitencia por profanar el lugar de descanso. Esta idea de inevitabilidad y continua huida es el miedo que genera la momia. Para añadir, está cubierta con vendas que sugieren sin mostrar su cuerpo, lo que da pie a la imaginación a rellenarlo con la alternativa más horrible.


La criatura del Lago Negro es seguramente la menos conocida por quizás ser la menos continuada en cine y ficción, pero es importante dentro del panteón. Su idea principal es la de ser el eslabón perdido entre humano y pez, apelando a la idea de uncanny valley tan popular ahora acerca de estar observando algo que parece humano pero claramente no lo es. Se podría decir que casi todos los monstruos de aquí orbitan alrededor de esa idea, pero me parece que en este caso es más importante, además de que se relaciona con el miedo a la incertidumbre respecto al origen de la humanidad, una pregunta que la ciencia pretende responder pero respecto a lo cual nunca podremos estar del todo seguros. A todo esto se añade un miedo algo más básico pero poderosísimo: el estar expuesto en el agua, un medio que no dominamos, a merced de lo que sea que pueda moverse bajo ella.

Con los años, muchas versiones alternativas de estos monstruos han surgido en varios medios, buscando formas de hacerlos renovados y atractivos para las nuevas generaciones. Así, Anne Rice se aleja de lo monstruoso y usa los vampiros como una forma de erótica humanidad liberada de ataduras temporales pero que se maravilla ante el mundo mortal, con profundas crisis existenciales ante lo sobrecogedor de su poder y lo fijo de su destino. Por otro lado, en el cine, la última versión del hombre invisible de Blumhouse lo usa como metáfora de las relaciones abusivas y la importancia de creer a las víctimas aunque no veamos claramente el abuso. Y me encanta que sirvan para generar nuevas ideas de esta manera. Aún así, a veces me parece interesante el volver a estas ideas que hemos visitado, simples pero quizás por ello tremendamente efectivas. Porque su simpleza es una baza a favor del terror, pues la imaginación siempre es capaz de más.

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