Black Adam: la realidad simplificada



El título debe de resultar algo chocante. No parece que tenga sentido relacionar el último pelotazo de taquillas de DC con conflictos sociopolíticos. Pero.... ¿Y eso por qué?

Toda obra narrativa necesita un contexto, ya sea real o inventado. Las películas de superhéroes no son una excepción. En el caso de Black Adam, todo ocurre en Khandaq, un país ficticio de Medio Oriente con un pasado legendario pero que lleva durante toda su historia reciente ocupado por diferentes países a través de grupos paramilitares. Así, su población vive oprimida mientras los recursos del país son expoliados y vendidos sin que los habitantes perciban nada. Es un estado policial, con pasos fronterizos en plena calle y una economía rota.  

Black Adam (o Teth Adam, por su nombre antiguo) es un campeón que en el pasado ayudó al país a liberarse de sus conquistadores usando el poder otorgado por unos magos. Por desgracia, su rabia y violencia hicieron que le encerrasen en una cárcel eterna. Sin embargo, es liberado por accidente por una activista revolucionaria. Tras mostrar su apabullante poder contra un grupo de milicianos que le atacan, ésta le pide que ayude a su causa y vuelva a liberar Khandaq, pero Adam no parece interesado en esto. Sin embargo, el ruido generado llama la atención de la Sociedad de la Justicia, un grupo de héroes que acude al país para neutralizar la potencial amenaza, desatando una gran pelea que no tiene un vencedor. La revolucionaria, sin embargo, recrimina a estos "héroes" que acudan a detener a quien podría liberar al país, aunque sea a través de la violencia, pero no hayan intervenido durante tantos años de ocupación y opresión. Y hasta aquí contaré, no por no hacer spoilers sino porque este es el último momento en que el contexto sociopolítico tiene alguna relevancia en la trama. A partir de aquí, el protagonista se peleará un par de veces más para encontrar a un niño secuestrado, la sociedad se aliará con él para encontrar un artefacto antiguo y porque tampoco tienen nada que hacer, se desanimará y tendrá sus horas más bajas y finalmente unos demonios se encarnarán en un tío para, por supuesto. intentar destruir el mundo, cosa que no podrán hacer porque para eso está el héroe. Al final, Black Adam hará un amago de convertirse en el rey de Khandaq, pero termina por destruir el trono y decidir ser sólo un héroe cuando se le necesite. Creo que puede verse el problema claramente.

Este país ficticio acaba igual que empieza. El grupo paramilitar, enviado por a saber quién, sigue ahí. No sabemos qué es de los protagonistas a pie de calle, el niño, su madre y su tío, que habitualmente sufrían las consecuencias del régimen. ¿Qué hará Black Adam? ¿Acabar con todos ellos y dejar que el país elija un líder político? Ni siquiera sabemos si hay uno que permita estas ocupaciones o el país está en tal caos que no hay partidos. Pero la gente vive su vida y tiene negocios, como vemos, aunque estos se vean destruidos a menudo por las batallas de los héroes ¿Pero qué narices pasa aquí?

Pues que esta película se aprovecha de un contexto llamativo en nuestros tiempos para tratar de dar una ilusión de seriedad, de atreverse a meterse en fregados y de reivindicar a los superhéroes como algo serio y aplicable al mundo real. Una ilusión y nada más porque, como hemos visto, la trama y el contexto terminan estando completamente desligados. El protagonista no se desarrolla en base a estas realidades, ni siquiera lo hacen los personajes secundarios tan enraizados en ellas pero que acaban haciendo poco más que vivir una aventura en primera fila. Y todo esto me parece ruin, irrespetuoso e insensibilizador. 

Pero esto empieza a ser una tónica general en el género de los superhéroes. Me recuerda a casos como Black Panther, tan concienciada con la lucha racial que su protagonista cambia no al ver las oscuras verdades de los países africanos cercanos a Wakanda, sino al descubrir una trama familiar que poco tiene que ver con esto, para como remate decidir ayudar no a estos, sino a los habitantes afroamericanos. O Wonder Woman 84, que usa la Guerra Fría como contexto para contar una historia de amor sin la cual esta "heroína" jamás hubiese intervenido en este gran conflicto, para dar la resolución más ingenua y maniquea que haya visto jamás: todo el mundo es bueno y el amor siempre gana. 

Me parece triste que para mucha gente esto sea lo que más puede dar de sí el género heroico, que estos superhombres no se topen nunca con los límites reales del mundo y todo quede en algo anecdótico que sólo nos sitúa en una realidad falsa. Es posible que incluso, a la larga, esto termine por insensibilizarnos hacia estos conflictos, y terminemos por pensar que son algo sencillo y abarcable por resoluciones a la que puede llegar un niño de 5 años, para acto seguido volver la vista a las explosiones y los vistosos poderes. Y eso es muy peligroso, pues nos aleja de la complejidad de la convivencia humana, volviéndonos menos resolutivos ante futuros conflictos que sin duda ocurrirán.

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