Modo bestia activado

El videojuego de acción es probablemente el género más popular. Y es normal, siendo el más directo a la hora de generar diversión rápida y espectacular. Lo que estos juegos generan en el usuario es lo conocido como "engorilarse", "enciscarse", "ponerse a tope" o como quieras llamarlo, pero que en esencia es un sentimiento de inmersión en la acción mezclado con una especie de ira controlada que termina con el jugador jadeando como si hubiera corrido una maratón, e igual de satisfecho. Y a quién no le va a gustar esa sensación. Cierto es que eso conlleva normalmente un alto nivel de violencia en el juego en cuestión, pero ese es un tema del que hablar otro día más en profundidad, asi que por ahora sólo diré que no creo que haya relación entre la violencia del mundo real y el de los videojuegos siempre que el usuario sepa distinguir uno de otro, es decir esté sano mentalmente. Volviendo al tema central, hoy me gustaría hablar de juegos que en mi opinión logran generar esta sensación en mayor medida. O lo que es lo mismo, cuáles son los que más me han "engorilao" desde que llevo jugando videojuegos.

Y voy a empezar fuerte, con Hotline Miami. Este juego indie te pone al mando de un asesino a sueldo, un mal bicho que, una vez recibe una llamada, va al lugar indicado, mata a todo el mundo, y se va. Sin hacer preguntas. Esto es de por sí un mensaje: sabes a lo que vas, no te cortes. Con esta premisa, el juego, y su secuela, se desarrollan en varios niveles de creciente dificultad en los que mataremos usando bates, pistolas, rifles, katanas o lo que sea que encontremos por el suelo para asesinar brutalmente. Pero las que hacen que se vuelva una experiencia extraterrenal son las mayores características de este juego: por una parte, la música de estilo retrowave azota tus oídos continuamente con unos beats que generan esa sensación de velocidad; por otra, los enemigos son rápidos, y si tienen armas de fuego más te vale no entrar sin un plan. Y por aquí va la cosa: la planificación es esencial, y gracias a la vista cenital, puedes echar un vistazo a las salas antes de entrar para pensar muy bien de qué manera vas a acabar con ellos. De esta manera, y por medio del ensayo y error, consigues arrasar como una bestia fría y calculadora. Porque vas a morir mucho, pero sólo tardas un segundo en volver a estar en la primera habitación, listo para intentarlo otra vez hasta que se clave en tu memoria muscular. Y todo para, una vez no queda nadie vivo, la música pare y camines hasta el coche en silencio, contemplando el rastro de cadáveres. Puede que suene como un psicópata, y no me extraña, pero probadlo y entenderéis. Dejo una muestra.


Pasando a algo no tan oscuramente real, Doom Eternal es una de las experiencias más frenéticas y aprietamandíbulas que he experimentado. En la piel del fornido marine de Doom (se llama así), destrozamos y desgarramos a través de montañas de demonios en una fantasía de poder digna de los años 90. Esto es a través de mecánicas de shooter en primera persona pulidas hasta el extremo, con un sistema que recompensa tomar riesgos y permanecer cerca de los enemigos pero en movimiento, un diseño visual bestial y, por supuesto, una banda sonora de heavy metal que te da ganas de masticar bebés recién nacidos. Para acabar, a todo esto lo acompaña una historia épica de venganza y traición en un contexto de fantasía muy oscura y guerras infernales. Probadlo, por favor. Y si no os convencen las palabras, aquí va un vídeo.


Por otro lado, el género hack´n slash es otro que se presta mucho a este tipo de juegos. Empiezo por Metal Gear Rising, una historia de honor y redención protagonizada por un cyberninja que debe salvar el mundo de una gran amenaza terrorista, y que tiene el primer nivel más épico que he visto jamás en un videojuego. La jugabilidad es tan veloz como esperarías, pero es que la presentación lo es todo: un duelo de espadas contra un dinosaurio robot al que levantas en el aire con una llave y cortas en trocitos mientras corres por la pared de un campanario derrumbándose no es algo que hagas todos los días. Y lo mejor es que a partir de este punto todo va creciendo. 



Pero si no necesitáis tanta espectacularidad y preferís una jugabilidad más pulida, Devil May Cry 5 puede ser vuestro juego. Tres carismáticos personajes muy diferenciados (cuatro en su última versión), una variedad de movimientos abrumadora con cada uno de ellos, una historia épica sobre una guerra infernal (¿dónde lo habré oído antes?) y una banda sonora que vas a acabar escuchando cada día. Tan sólo mira lo que se puede llegar a hacer con la suficiente práctica.


Como hemos visto, la música es una herramienta fundamental para meterte en sintonía con la experiencia, hasta el punto de que algunos juegos la convierten en el eje principal. Puede que os suene Crypt of the Necrodancer, un juego de exploración de mazmorras en el que te mueves y atacas al ritmo de la música que apareció hace años. Sin embargo, nunca conseguí cogerle el tranquillo a ese juego. Al que sí logré engancharme es al reciente Metal: Hellsinger, controlando a una barda infernal en un shooter en primera persona que recuerda a Doom, y con el que comparte parte de las características que lo hacen tan veloz. La diferencia es que aquí los disparos ganan potencia si los sincronizamos con el ritmo de la música de fondo, lo que nos motiva a seguirlo hasta que estamos moviendo la cabeza sin darnos cuenta. Además, las armas disponibles tienen diferencias en, aparte de lo obvio, la cadencia de disparo y el tiempo de recarga, lo que define muy variados estilos de juego. Para engrandecer del todo las cosas, si vamos acumulando disparos consecutivos, la canción de fondo se va completando progresivamente con más instrumentos hasta llegar el momento en que se escucha la voz del cantante (quien, por cierto, en cada nivel es la un vocalista de distintos grupos famosos como Arch-enemy, Trivium o System of a Down). Esto da una sensación de punto álgido que convierte a la experiencia en un torrente de disfrute audiovisual. Y como muestra, aquí va un vídeo.


Y aquí acabo este post, no sin mencionar otras experiencias que consiguen ponerte en "modo bestia" pero de las que no tengo tanto que decir, como son God of War, o la saga Souls y en especial Bloodborne una vez coges el ritmo.

La vida diaria no suele estar muy llena de emociones extremas, pero los videojuegos tienen la capacidad de darnos eso en un entorno seguro y controlado. Y qué puedo decir, me parece sano tener la oportunidad de venirse arriba aunque sea a través de la ficción. 

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