Cineclub: El lector y la culpa


En El lector asistimos a una historia de amor a lo largo de muchos años. En la Alemania de los años 60, Michael Berg, un estudiante de 15 años, empieza a mostrar síntomas de una grave enfermedad cuando vuelve del instituto. Cuando está a punto de desmayarse, una desconocida mujer de 35 años, llamada Hanna, le presta su ayuda y le acompaña hasta su casa, donde permanece unos meses para recuperarse. Tras esto, decide visitarla y darle las gracias, para terminar iniciando una relación amorosa con ella. Durante unos meses, se ven continuamente para hacer el amor, viajar juntos y especialmente para que él le lea libros en voz alta. Todo marcha muy bien y ambos disfrutan de la compañía del otro. Un día cualquiera, tras serle ofrecido un ascenso a la oficina en su trabajo de revisora de tranvía, ella desaparece misteriosamente. Michael sigue con su vida, melancólicamente al principio, pero pronto concentrándose en sus estudios universitarios de Derecho. Sin embargo, durante un seminario en el que asisten a un juicio a varias guardianas de los campos de exterminio nazis, descubre a Hanna entre las acusadas. Esto supone un gran impacto emocional para él, que sigue el juicio muy de cerca, descubriendo que ella y otras mujeres habían guardado un campo de concentración y permitido que 300 prisioneras judías se quemasen dentro de una iglesia donde estaban encerradas y que fue bombardeada. Entre los sentimientos encontrados del protagonista, el juicio se desarrolla de manera que Hanna admite su culpa mientras que las demás acusadas no, ante los testimonios de dos supervivientes, madre e hija. Éstas dicen que Hanna solía coger a las prisioneras más débiles para mimarlas más a cambio de que leyesen para ella. Para estar seguro de la versión de las acusadas, el juez manda comparar su letra con la del informe de las SS que recoge la información de ese día, pero ella decide no dar una muestra de su escritura y cargar con la responsabilidad del informe. Michael se da cuenta así de que ella nunca supo leer ni escribir, y duda si decirlo para ayudarla. Finalmente, no lo hace, y ella es condenada a cadena perpetua. La vida sigue y él se casa, tiene una hija, se divorcia... Pero nunca deja de pensar en Hanna, así que decide empezar a enviarle grabaciones en las que le lee libros completos en voz alta. Gracias a esto, su vida en la cárcel se vuelve más amena, y se motiva a aprender a escribir de manera autodidacta comparando las grabaciones con los libros escritos. Empieza a enviarle cartas a Michael comentando las obras, y a veces pidiéndole que le escriba también a ella. Sin embargo, nunca lo hace. Tras 18 años en prisión se le concede un indulto, y la directora se pone en contacto con él para pedirle que la ayude en su reintegro en la sociedad, además de visitarla antes de ello. Tras conseguir un piso y un trabajo para ella, por fin se encuentran. El paso de los años se nota, y el encuentro es incómodo, lleno de silencios y miradas perdidas. Él pregunta si ella ha aprendido algo. Contesta que a leer y escribir, pero que los muertos siempre seguirán ahí. Quedan en que la recogerá la semana siguiente, discretamente. Por desgracia, eso no llega a suceder porque la noche anterior ella decide ahorcarse en su celda. Michael, profundamente conmovido, recibe como herencia la tarea de entregar  una pequeña lata de té que guardaba y todos sus ahorros a la hija superviviente del incendio que estuvo en el juicio. Así lo hace, y visita a la mujer. Ésta le escucha atentamente, siendo la primera persona que sabe la historia entre Michael y Hanna, pero no quiere que ese dinero vaya a ninguna asociación relacionada con el holocausto, porque eso sería perdonarla, así que acuerdan que irá a una asociación judía contra el analfabetismo. Aún así, ella decide quedarse con la lata de té porque le recuerda a una que le quitaron en el campo de concentración. 


Esta película está fielmente basada en el libro semi-autobiográfico del jurista y profesor de historia Bernhard Schlink. Siento que ambas versiones se complementan a la perfección: al estar la película más centrada en la relación entre los protagonistas que en el trasfondo (o al menos así lo siento, con detallitos aquí y allá), el leer exclusivamente la perspectiva de Michael, con sus propias cavilaciones sobre la culpa y el amor, o sobre la soledad de Hana, mientras recordaba las escenas de esta en prisión, me ha partido el corazón. El vínculo visible en la película da una fuerza dramática aún mayor al libro. Y es increíble la cantidad de conceptos en la que ahonda un escrito tan corto: el amor adolescente, el trauma, la culpa, la vergüenza, la ley y sus limitaciones, el papel de los padres... Pero si algo ha destacado para mí en él, es la reflexión sobre el pasado alemán y su efecto en el presente.

Porque, ¿merecen las nuevas generaciones de alemanes sufrir la presencia de la brutalidad de su pasado? La memoria histórica se trata de una manera especial en este país, que permitió uno de los horrores modernos más influyentes en el mundo del último siglo. La serie El holocausto levantó unas ampollas que a su vez generaron un debate que ha acabado con los niños alemanes visitando campos de concentracion dos veces por curso 1. Nacen con una responsabilidad por un pasado atroz, que les invita a reflexionar sobre la democracia y el poder muy a menudo.


Al igual que el protagonista, tienen seres queridos que participaron de una manera o de otra. Están ligados a ello. Pero Michael es un ejemplo perfecto de este sentimiento por el contraste entre la imagen que aquella de quien se enamoró, con el atenuante de la florida adolescencia, y la imagen de los hechos que permitió o en los que incluso participó. Al principio no entendía el por qué de la diferencia de edad entre éste y Hana, pero ahora veo que es lo que permite que uno se libre del pecado mientras que el otro se baña en él. Es lo que genera la perspectiva imperante en toda la obra. El horror no sólo por lo que es grotesco por naturaleza sino por ser capaz de amar a pesar de ello. El horror que muchos alemanes posaron en sus padres en forma de odio porque, como dice el protagonista en el libro, eso al menos es un acto físico que libera energía cuando la culpa no lo hace. El horror frustrante de que sentimientos bellos se vean quebrantados inevitablemente y sin vuelta atrás.

Y es que han sido legados un duro pasado. Es algo que les acompañará indefinidamente, no acusándolos pero enturbiando una conciencia más por responsabilidad que por culpa. Y no quiero que esto suene a que condeno la memoria histórica. En absoluto, aprender del pasado siempre es necesario. Sólo intento reflexionar sobre la pesada losa que el pueblo alemán transporta y seguirá transportando. ¿Pueden llegar a asimilarlo totalmente? ¿Es posible que deje de ser necesario algún dia? 


1 https://www.vozpopuli.com/memesis/holocausto-memoriahistorica-alemania-television_0_1048695595.html#amp_tf=De%20%251%24s&aoh=16675790277576&referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com&ampshare=https%3A%2F%2Fwww.vozpopuli.com%2Fmemesis%2Fholocausto-memoriahistorica-alemania-television_0_1048695595.html

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